Si usted llegó aquí buscándome, se lo agradezco. He pasado demasiado tiempo perdida y esperando a que me encuentren.
Pero no puedo garantizarle que su búsqueda haya sido exitosa. Y es que, aunque hayan días en los que le creamos a las frases de superación personal y nos sintamos únicos después de cepillarnos los dientes, usted sabe que la verdad es que hay tantos iguales a nosotros, tantos que bostezan, toman la línea 2, escriben notitas y detestan la coliflor. Además, siendo ya más de siete mil millones los que habitamos este planeta sin anillos, más pequeño que Saturno, es imposible librarnos de nuestros homónimos y doppelgänger que seguramente andan esparcidos no muy lejos de nuestros pasos.
Con todo esto quiero decirle que si usted llegó aquí no buscándome a mí, sino a otra o quizá usted misma, ha llegado también al lugar preciso, pero entonces le recomendaría que cierre la página, salga de aquí y salve a los otros de su doble o sálvese usted mismo del suyo, olvídese de lo que aquí usted leyó o vio, utilice su primer nombre y su último apellido y convénzase de que usted no es usted si lo que quiere es seguir viviendo.
A lo mejor cayó en este espacio en busca de gatos inteligentes, botellas vacías, dibujos infames, madrugadas ordinales o peces que caminan. Aquí hay un poco de todo eso.
Y si después de todo no encontró aquí aquello que estaba buscando sobre mí o sobre otras, o sobre usted, o sobre gatos, botellas, madrugadas o peces; para aliviar su decepción me atrevo a hacerle algunas confidencias que quizá lo distraigan: me gusta abrazar gatos, duermo mejor de día y nunca con las medias puestas, padezco de emetofobia, tengo agallas y no puedo vivir lejos del mar.
Bueno. Entre y salga cuando quiera, lea y mire aunque le recomendaría no creerse todo lo que aquí está puesto, porque puede que todo sea mentira y porque también, aunque fuese real, sucede a veces que ni yo misma me lo creo.